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Trastorno de personalidad

¿Qué es la personalidad?

Los psicólogos definimos la personalidad como “Un patrón estable de conducta”. La personalidad es esa forma de ser diferente de una persona respecto a las demás. Igual que no hay dos personas físicamente iguales (excepto los gemelos monocigóticos) las personas también nos diferenciamos en nuestras características personales.

La personalidad es lo que da estabilidad a nuestro comportamiento. Son esas características que permanecen más o menos estables a lo largo del tiempo.

Los psicólogos han estudiado a lo largo de los años distintos factores o dimensiones de personalidad. Vamos a explicar algunas de estas dimensiones para comprender a qué nos referimos con el concepto de personalidad:

  • Aunque es difícil realizar una definición de la inteligencia todos sabemos a qué nos referimos con este concepto. Unas personas tendrán un nivel de inteligencia bajo, otras medio y otras alto. Y la capacidad intelectual se mantendrá relativamente estable a lo largo de los años.
  • Introversión/extraversión. Las personas son más o menos extravertidas. Unos somos más sociables y otros preferimos mantener una sociabilidad más limitada. Unos somos más expresivos y otros lo somos menos.
  • Las personas también nos diferenciamos unas de otras en la tendencia a reaccionar con ansiedad. Tenemos más o menos tendencia a desarrollar miedos. Somos más o menos temerosas.

Estos son solo algunos ejemplos de variables de personalidad, pero suficientes para comprender el concepto.

No hay patrones de personalidad (conjunto de variables de personalidad de un sujeto concreto) buenos ni malos. Normales ni patológicos. Simplemente algunos patrones se adaptan más o menos a determinadas funciones. Por ejemplo, una persona creativa, imaginativa, innovadora, soñadora, rebelde, con elevada emocionabilidad se adaptará perfectamente a un puesto de creativa de marketing, pero, quizás no tanto, a la vida militar.

 

¿Qué son los trastornos de la personalidad?

Los trastornos de la personalidad son patrones de comportamiento estables (personalidad) que se alejan en un grado significativo de la línea de la “normalidad”. Esta forma de ser produce una falta de adaptación al entorno que se manifiesta en disfunciones en alguna de las áreas importantes de la vida: estudios/trabajo, pareja/familia, vida social o actividades propias de la vida cotidiana. Dicha forma de ser también puede producir un malestar significativo en la persona.

Los trastornos de la personalidad afectan a la persona de una forma global, es decir, la alteración se manifiesta en la cognición (forma de pensar), la emoción y la conducta.

Además, los trastornos de la personalidad suelen comenzar al final de la adolescencia o comienzos de la vida adulta y se mantienen estables a lo largo del tiempo.

Descripción de los trastornos de la personalidad

A continuación vamos a exponer los trastornos de la personalidad con una breve descripción de los mismos:

  • Trastorno dependiente de la personalidad. La persona se siente sola y desprotegida en un “mundo hostil”. La creencia nuclear es: “Necesito tener una persona a mi lado para ser feliz”. Tiene miedo a ser abandonada por su pareja lo que le lleva a “aguantar” por ese miedo al abandono. Ante una ruptura se siente hundido por lo que se “agarrará” a la primera persona que encuentre. Suelen ser personas indecisas e inseguras.
  • Trastorno histriónico de la personalidad. Se denomina la “teatralidad del comportamiento”. Se dice de la persona que “en el funeral tiene que ser el muerto y en la boda el novio”. Necesidad de ser el centro de atención en las reuniones sociales. Expresividad exagerada de las emociones, sean de tristeza o de alegría.
  • Trastorno narcisista de la personalidad. La persona tiene una elevadísima autoestima. Piensa que es especial y que merece ser tratado de forma especial. Presenta sentimientos de superioridad respecto a los demás. En la forma de vestir se suelen presentar pulcros y aseados.
  • Trastorno esquizoide de la personalidad. La persona tiene muy reducida la capacidad para experimentar y expresar las emociones. Se sienten bien realizando actividades solitarias y evitan las situaciones sociales y reuniones familiares porque no disfrutan de ellas. Las relaciones sexuales y el formar parte de una familia no les suele interesar demasiado.
  • Trastorno esquizotípico de la personalidad. Personas desconfiadas, reservadas, solitarias. Suelen manifestar comportamientos extraños o formas de vestir extravagantes. Pueden utilizar un lenguaje extraño, incluso inventando palabras. Apenas tienen uno o ningún amigo de confianza. Puntualmente pueden manifestar ideas delirantes.
  • Trastorno paranoide de la personalidad. Tendencia generalizada a la desconfianza. Las acciones neutras o incluso positivas pueden ser interpretadas como ataques personales. Rara vez olvidan una ofensa. Desconfían de socios y de la propia pareja. Las conductas de desconfianza y malinterpretación de las intenciones se suelen manifestar incluso con los miembros de la familia y amigos.
  • Trastorno límite de la personalidad. Tendencia a la evitación. Amenazas o intentos de suicidio frecuentes o conductas autolesivas. Se dice que la persona está siempre “suicidándose o pensando en suicidarse”. Suelen tener problemas con el control de las conductas asociadas a refuerzo: alcohol, drogas, sexo, juego, compras, etc. Tendencia a la ira. Pueden pasar en sus relaciones cercanas del amor al odio de forma brusca. Pueden tener episodios depresivos muy intensos de corta duración (horas). Inestabilidad de las emociones y de las relaciones.
  • Trastorno antisocial de la personalidad. Psicopatía. No respeta las normas sociales ni las leyes. En la infancia o adolescencia ha podido participar en agresiones, daños materiales, provocación de incendios, crueldad con animales. Pueden usar un alias. Comportamientos amenazantes. Ausencia de empatía y remordimiento por sus conductas. Comportamiento seductor y manipulador.

 

  • Trastorno evitativo de la personalidad. Personas que rehúyen las situaciones sociales pero no por ansiedad (como en la fobia social) sino porque no desean ni disfrutan de dichas relaciones. Miedo al rechazo social. Evitan las responsabilidades.

 

Características comunes de los Trastornos de la Personalidad

Se dice que los trastornos de la personalidad tienen una fiabilidad diagnóstica baja. Esto es, que ante un mismo caso, un psicólogo o psiquiatra diagnosticará un trastorno de la personalidad y otro realizará un diagnóstico de otro diferente.

Esto ocurre porque nos podemos encontrar varias situaciones. En algunos casos existirá claramente el diagnóstico de un trastorno de la personalidad concreto. Hay ocasiones en las que la persona cumplirá los criterios diagnósticos de dos o más trastornos de la personalidad. También puede ocurrir que la persona cumpla criterios de un trastorno de la personalidad y varias características de uno o más (sin llegar a cumplir criterios diagnósticos). Hay veces que la persona cumplirá algunos criterios de un trastorno de la personalidad sin cumplir los requisitos del diagnóstico. Esto mismo puede ocurrir respecto a dos o más trastornos de la personalidad.

En realidad, esto no es un problema para un psicólogo de orientación cognitivo-conductual porque la intervención se diseñará a partir de las conductas problema encontradas tras la evaluación.

Otro problema que nos encontramos los psicólogos en la intervención con personas con un trastorno de la personalidad es que es difícil que nos venga un cliente diciendo: “tengo trastorno paranoide y quiero tratarme”. La persona está acostumbrada a su forma de ser y no piensa que sea un trastorno. Es así desde que era muy joven. Es diferente de una persona que está bien, y, empieza a sentirse deprimida o a sufrir un trastorno de ansiedad. Por eso, nuestra experiencia con los trastornos de la personalidad suele ser que la persona acude por un trastorno clínico: depresión, problemas de pareja, una ruptura, etc, y, tras la evaluación encontramos que padece un trastorno de la personalidad. En estos casos, unas veces podremos abordar el problema directamente, decirle lo que le pasa y proponerle una intervención y otras veces tendremos que abordar las características del problema sin realizar un diagnóstico explícito.

Se dice que los trastornos de la personalidad son más difíciles de tratar que los trastornos clínicos. La diferencia en el tratamiento de los trastornos de la personalidad está en la duración. Nos encontramos con comportamientos sobreaprendidos, es decir, que la persona lleva años pensando, sintiendo y comportándose así. Por lógica, la intervención psicológica debe ser de más duración. Si la duración media en un trastorno clínico es de 3 meses, en los trastornos de la personalidad la duración será de entre 6 y 8 meses.

 

Caso ficticio

Marisa acude a tratamiento psicológico por presentar síntomas de ansiedad elevada y estado de ánimo bajo desde hace 2 meses. Tenía una relación estable de 2 años de duración con Miguel, con quien tenía pensado iniciar la convivencia. Las discusiones eran continuas. Miguel se quejaba de que Marisa no tenía ganas de mantener relaciones nunca. Rara vez expresaba sus emociones, pocas veces sonreía. Prefería quedarse en casa cuando él proponía salir un día con amigos o visitar a familiares. Estando en casa, Marisa pasaba las horas leyendo o en el ordenador. Tras una de las discusiones, Miguel había decidido dejar la relación.

En la entrevista inicial pasamos algunos cuestionarios a Marisa encontrando síntomas de depresión y ansiedad que comenzaron tras la ruptura de la relación. Así, comenzamos la terapia de un Trastorno Adaptativo. No obstante, en la tercera sesión le pasamos el Inventario Clínico Multiaxial de Millon encontrando puntuaciones muy elevadas en el rasgo Esquizoide, por lo que nos planteamos, junto a la demás información de que disponíamos, que nos encontrábamos ante un Trastorno Esquizoide de la Personalidad.

Tras mejorar los niveles de ansiedad y depresión comenzamos unos módulos de intervención dirigidos a trabajar la experimentación y expresión de las emociones, animando a la persona a esforzarse por implicarse en situaciones sociales (aunque no le resultase muy gratificante), utilizar más el lenguaje de las emociones (“Estoy triste, qué alegría de verte, etc.”) e incrementar el contacto físico con los demás.

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